FALTA UNA VERDADERA REVOLUCIÓN

Me gustaría romper una lanza (destrozarla) a favor de los españoles

En la historia reciente de nuestro país ha faltado una verdadera revolución libertaria y ha sobrado la pantomima de estructuras falsamente democráticas. La historia nos podría haber regalado una toma de la Zarzuela y pasar a los monarcas por la hoja brillante, como ya hicieran los franceses con sus nefastos y corruptos reyes para establecer las bases de un verdadero Estado Social.
Cómo entender las profundas contradicciones de España, capaz de situarse a la vanguardia de algunos derechos civiles y a la cola de otros más elementales. Es como si España fuera una casa con goteras donde hay una televisión led 3D en el salón. Cómo entender que una enorme masa de población progresista haya conseguido conquistas civiles y sociales y no sea capaz de meter en cintura a una minoría ultraconservadora que, aunque ostenta el poder desde siempre, se permite vejaciones y abusos diarios. Cómo es posible qué permanezcamos indiferentes ante esa casta privilegiada que gravita desde la Edad Media en torno a la Iglesia, la Monarquía y las grandes y rancias familias.
Cómo explicar esta neurosis social, esta nuestra parálisis mental. Utilizaré la ley que permite el matrimonio homosexual como paradigma para mis argumentaciones. Actualmente en Francia (nuestro queridísimo país vecino, sobre el que los conservadores españoles siempre han echado pestes para que nos distanciemos de ellos, vaya a ser que nos dé por reivindicar los mismos derechos que ellos tienen adquiridos hace décadas), en fin, dejando a un lado las manipulaciones del poder, aquí en Francia no hay día que no escuche en la radio “Mujer contra mujer” de Mecano, pues la semana que viene se vota en la Asamblea Nacional una ley que permitiría el matrimonio homosexual, lo que ha abierto un debate nacional en torno al tema de matrimonio para todos, etc. Yo este debate ya lo he vivido en mi país, y creo que hemos peleado duro para conseguir algunos derechos que nos hacen mejor país, que nos colocan en la locomotora de la sofisticación en cuanto a derechos ciudadanos se refiere. Desgraciadamente no es así, tenemos esta ley, que está muy bien, pero nos faltan otras más elementales, y hay algunas que nos las acaban de quitar de las manos en estos últimos años, derechos que los franceses ya tienen adquiridos hace muchas décadas, y no hay nadie que se haya atrevido a cuestionarlos (ni siquiera el enano de Sarkozy).
Pienso que nuestras conquistas más sonadas son un poco sensacionalistas, para figurar en el extranjero como un país extremadamente avanzado, como la TV led con las goteras en el salón, o el vestido nuevo con las bragas sucias.
Pero me gustaría romper una lanza (destrozarla) a favor de los españoles, porque si hemos sido capaces de conseguir ciertos derechos ante la poderosa oposición del aparato conservador, si hemos sido capaces de conseguir la aprobación de esta ley que me sirve como ejemplo ahora, pionera y modelo en el mundo, por qué permitimos que nos arrebaten otros derechos ya conseguidos. Cómo entender que una minoría retrógrada haya intentado abolir esta ley y no lo haya conseguido al final, pero en cambio le esté resultando tan sencillo extirpar derechos consolidados hace años por los ciudadanos, derechos fundamentales, sin que encuentren una resistencia radical y numerosa en la calle.
¿No somos acaso los mismos que aplaudimos las conquistas sociales los que ahora nos atemorizamos ante un nuevo orden mental? Si hemos podido entender que sexo y género no es la misma cosa, y que eso mismo nos ha invitado a interrogarnos sobre nuestra actual estructura de pensamiento, si hemos hecho todo eso, cómo es posible que no podamos cambiar una estructura de poder tan primitiva e injusta, basada en el miedo, el abuso y la desinformación. Creo que somos un buen número los que estamos muy cabreados y pensamos en un nuevo orden frente a los que se resisten a cambiar las viejas estructuras mentales, frente a quienes sintieron no menos que la llegada de una gigantesca catástrofe moral cuando exigimos los mismos derechos para los homosexuales. Por eso, la aprobación de esta ley del matrimonio homosexual (que ahora se debate en Francia y en no sé cuántos países más de Europa) es un ejemplo de lo que podemos conseguir cuando nos unimos frente a los que se escandalizan pensando que llega una abominable mutación antropológica con tanto gay y lesbiana sueltos.
El primer paso es reconocer al enemigo, y se trata de los mismos desde el siglo XVIII. Para los ultraconservadores, las familias homosexuales, las monoparentales, son una enorme amenaza para la transmisión de sus valores generacionales (basados fundamentalmente en la hipocresía y la doble moral), esos mismos que hoy practican sobre los españoles la más cruel de las barbaries desde sus puestos de poder político-financiero, corrupto y opresor; esos mismos que durante siglos se han creído los dueños de instituciones como la familia y el matrimonio. Cómo entender que los defensores de esta arcaica y rancia moral (que ya conocemos de sobra, por vivida) sigan justificando que solamente el matrimonio heterosexual es el válido, basándose justamente en la marcada diferencia hombre/mujer, cuando el camino que deben seguir las sociedades más avanzadas en precisamente la eliminación de dicha diferencia.
Os dejo descansar pero antes una reflexión final: la cuestión, desde mi punto de vista y teniendo en cuenta el panorama español, no es si nosotros debemos tener miedo de un nuevo orden mental o no, sino de aprovechar la desestabilización de nuestras normas y estructuras de pensamiento oficialmente en vigor, en las que casa vez creemos menos o nada, para transformar y mejorar sustancialmente nuestra forma de vivir en sociedad. Porque tenemos miedo y es normal, estamos metidos hasta el cuello en la trampa del sistema, y eso nos acobarda. Pero pensad: ¿Acaso esto que tenemos es tan válido para que no podamos transformarlo en algo completamente nuevo? 
Juan Murillo Barrena (Licenciado en Filología Hispánica)